Textos



Metáforas de la conciencia cotidiana
Sergio Domínguez-Jaén


(Del lat. conscientĭa, y este calco del gr. συνείδησις).
1. f. Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta.
2. f. Conocimiento interior del bien y del mal.
3. f. Conocimiento reflexivo de las cosas.
4. f. Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto.
5. f. Psicol. Acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo.


Una lectura de la realidad inmensamente subjetiva en la cual el espíritu de su tiempo (Zeitgeist) que anhelan economistas, filósofos y teólogos, se manifiesta en su justo momento con simientes de certeza, se muestra en esta emulsión semiótica de Cristian Sánchez. En esta necesaria reflexión, la política, aparece nítidamente emancipada de su carga propagandista (Platón, La República,) a la vez que la acción se supone indispensable. Digo que Cristian toma conciencia de sí, lo que en un momento se llamó, desde la beligerancia marxista, conciencia de clase, como condición sine que non para tener conciencia de sí (Lukacs, 1922,1953); acaeciendo en esta obra, que el espejismo de la ética, ausente o indiferente en multitud de proyectos contemporáneos,  se una a la estética  de la propuesta (Wittgenstein, 1965). Porque la calle en su realidad social es una enorme concentración de micro paradigmas que se recomponen una y otra vez  desde la frustración según la mirada y la conciencia de muchos, y desde una voluntad con precisión de microcirugía para que lo reflexionado socave las enormes diferencias, las agresivas propuestas estables de la persuasión ideológica, (W.Benjamin,1940), la escasa sensibilidad, la merma de la incentivación en la investigación, la nula capacidad de apoyar las ciencias humanas e intentar escapar de la empresa de empleo temporal que es Bolonia. Aquí esta la contemplación -teoría en su etimología griega- llevada a la realización técnica que ahora observo mientras soy observado, que es metáfora de ser interpelado. Y ahora, cuando salgo desnudo, sujeto de esta historia, pienso que lo ha conseguido, que la obra ha asimilado el contexto para abrir el campo semántico a la pregunta que solo reposa, se inflama, se exacerba, se solivianta en la conciencia, de sí, del otro, del nosotros.


I

La conciencia de la humanidad lleva ya bastante tiempo pasándose factura a sí misma, por su falta de estrategia moral y ética en una aldea global que preside la comunicación de masas. En un hombre mueren todos lo hombres y en una conciencia convergen todas las conciencias, y Cioran escribió que "El experimento hombre ha fracasado. Se encuentra en un callejón sin salida...Todo hombre es muy poco".


II

Un hombre cantó que el ser humano se había hecho de todo material y otro dijo que él era como era y que a casi todo el mundo le había pedido prestado. Otro hombre escribió que el ser humano es el resultado de muchos seres; que el semejante se construye y necesita del concurso de los demás mortales. Y antes alguien, de paso en la carne, había susurrado, rozando casi la perfección, que el prójimo tendría que amar a los demás seres idénticos como a sí mismo.


III

Pero hay seres humanos que no necesitan de los otros para crecer; ni para prolongarse o construirse; ni conciliarse y vivir de sus encuentros. Hay seres que desvanecen la idea de alma/mente para convertirla en realidad mercantil e inconfesable.
En nombre de gobiernos, que en nombre de democracias sin el consentimiento de aquellos que les dieron su poder ponen en práctica sus ideas salen de noche a buscar entre sus semejantes a los propicios para poner en marcha la sagrada máquina de la seguridad del estado, un estado que devora su propia constitución, una democracia que le sustrae la libertad al sujeto.
La proclamación de los distintos fines de la historia, el pensamiento único, la desmesurada estulticia del gran relato occidental –cultura, religión, economía, ideología- y el paraíso económico en un mundo globalizado ha dado como resultado que ahora se vuelvan a repetir actitudes políticas que no se corresponden con la libertad de conciencia: ¿Se van a reunir para paliar el hambre en el mundo con la firma de un acuerdo como el que han rubricado para salvar occidente?


IIII

¿Desde cuándo ha sido la mentira una herramienta tan poderosa para el ser humano? Durante miles de años hemos intentado no decir lo que pensamos, hemos inventado –con la ayuda de las neuronas- la gestualidad para no hablar que es lo que más delata y hemos asumido y domesticado la mentira que a veces calma la violencia. Es con la información, con la transmisión de la pesquisa; con el conocimiento y el crecimiento de ese órgano inverosímil llamado cerebro, como se fueron tejiendo las deshilachadas hebras que dejaron en la soledad de la intemperie la conciencia que sólo anclaba su auto-afirmación.
Ahora, después de la construcción de la babel moderna, toda esta realidad parece un inmenso decorado, quizás lo sea y forme parte de la gran mentira. No me refiero al revisionismo con sus diferentes disciplinas que hace ya más de medio siglo empezó a plantearse estos cuentos; esos grandes relatos que nos habían trasmitido de una forma sutil y que al final han querido derribar porque en ninguno de ellos se ha encontrado un ápice de verdad o para ser más exactos: la atomización de ese gran relato se ha convertido en muchos microrelatos, donde cada uno posee su verdad y en esa certeza viven los que la asumen


IIIII

Algunos tienen los ojos como salidos de sus órbitas; otros miran fijamente, con el pensamiento en la gran labor de salvación que están realizando en un país, el suyo, que ya no se llama y que dejaron a medias en las escuelas cuando iban por los nombres de los ríos que lo surcan; los ojos de otros dan por descubrir su cerebro lleno de drogas y barullo mercenario, mafioso, político; y otros llevan collares y pulseras de colores cálidos y tropicales como bandera de afectación. Tienen los ojos así, como rojos, de sangre vertidos, de la sangre que han visto, que han procurado, que buscan y que siembran.


Bandama, Canarias, primavera 2012